La Habana Vieja, joya de Cuba. Se trata de un complejo único en el mundo. El más grande centro colonial español que la UNESCO declaró “patrimonio cultural de la humanidad”.
Traducción en español de Silvia Milanese
La Habana Vieja y sus fortificaciones fueron listadas en el año 1982 par la UNESCO “patrimonio cultural de la humanidad”.
Si bien las condiciones atmosféricas y la extrema pobreza de inicios del siglo han dejado señales profundas, este núcleo urbano representa efectivamente el centro colonial español más grande de América latina y el mejor conservado del Caribe.
En los finales de los años ’70 se comenzaron los trabajos de restauración que encontraron un fuerte incentivo en el dinero otorgado por la UNESCO que alcanzaba el medio millón de dólares y hoy gran parte de la ciudad antigua es una verdadera instalación rodeada de andamios.
El viejo faro del Castillo de los Tres Reyes del Morro parece un gigantesco “cactus” de redes de hierro, y entre lo que queda de sus formidables fortificaciones los tractores y el cemento son de la casa. Es difícil respirar el aire de los siglos: el andamiaje está presente hasta en los edificios públicos más recientes, como el Capitolio Nacional (1929) una copia fiel del Capitolio de Washington, o el Teatro García Lorca (1915) en estilo neo barroco español.
Estos dos monumentos, ligeramente fuera de las antiguas murallas, demolidas en el año 1863 para permitir a la ciudad expandirse, delimitan a grandes rasgos por lo menos a la vista, el mar de la tierra, el área de La Habana vieja, aproximadamente de 5 km2 en total.
Detrás y a los lados existen por lo general establecimientos que datan del 1750 al 1825, mezclados con algunas casas de los años ‘600 ó del tardío ‘800. Casas en un grave estado de deterioro y quien las ocupa las “restaura” como puede, con alguna ayuda del estado.
Las partes más antiguas de la ciudad son por supuesto, las fortificaciones, porque a partir de la segunda mitad del ‘500, La Habana se transforma en una base logística para las naves cargadas de oro y de plata que venían desde México y Honduras con dirección a España, por lo tanto era el mejor lugar para los piratas franceses, ingleses y holandeses del momento.
El Castillo de la Real Fuerza, a pocos metros del mar y del corazón de la parte antigua de la ciudad, data del año 1558 al 1577. Obra de dos ingenieros españoles, se emerge no lejos de una fortaleza anterior, aproximadamente del 1538, destruida por las fuerzas del corsario Jacques de Sores. Está rodeada por un foso y lleva, sobre la torre, una copia de la famosa estatua de la Giraldilla (la original está custodiada en el Museo de la ciudad), fue realizada en el año 1631 y dedicada a Doña Inés de Bobadilla, viuda del gobernador Hernando de Soto, perdido en Florida en la búsqueda de la legendaria “Fuente de la Juventud”.
Lo sustituyó, por un cierto tiempo, en las funciones del estado, y se dice que cada día subía a la torre con la esperanza de divisar la nave del marido. Es el símbolo de La Habana, y una imagen reconocida en todo el mundo porque fue reproducido en millones de copias, sobre las etiquetas de una muy conocida marca de ron.
A partir del año 1589, sobre la boca oriental del canal de acceso a la bahía, vio la luz el ya nombrado Castillo de los Tres Reyes del Morro y de frente, sobre la otra orilla, el Castillo de San Salvador de la Punta.
Entre las dos fortalezas, no lejos desde donde hoy pasa un túnel submarino, venía colocada y tendida por la noche, una cadena a modo de barrera, para impedir el ingreso y la salida a las naves del puerto, y los 12 cañones del Morro, los legendarios “12 apóstoles”, eran muy temidos en todo el Caribe. El 6 de junio del año 1762, no obstante toda su fortaleza, no consiguieron parar las 44 naves y las 3000 bocas de fuego de la flota inglesa de Sir George Pocock, que con una maniobra de cierre toma la ciudad, ocupándola por aproximadamente un año.
Estratégicamente, el punto más importante es una pequeña altura al lado del Morro, y allí, luego de la batalla, los españoles edificaron en 1774 la fortaleza de San Carlos de la Cabaña. Hoy es la sede de la Academia Militar y cerrada al público.
En los mismos años crecía en su construcción la Catedral, el más bello ejemplo de arquitectura barroca cubana, consagrada en 1789 con el nombre de Catedral de La Virgen María de la Inmaculada Concepción, luego de múltiples interrupciones debidas a los contrastes entre jesuitas y la Real Casa Española. Cubre una superficie de aproximadamente 1200 m2, con una nave principal, y dos laterales, con cuatro capillas cada una. Notable también tanto como San Cristóbal de La Habana, custodiada, desde 1796 al 1898, los restos de Cristóbal Colón.
Frente a la Catedral se pueden observan perfectamente restaurados y arreglados, los interiores de la Antigua casa de Luis Chacón, del año 1720. Es un penetrar indiscreto pero lleno de fascinación en la vida de la rica burguesía criolla de más de dos siglos y medio. Desde los balcones que miran a la iglesia, se ven sobre el lado izquierdo la Casa del Marqués de Aguas Claras (1760) que hizo su dinero con la trata de esclavos, y sobre la derecha el Palacio del Conde Casa Moré y la Casa del Marqués de Arcos, que datan de 1737 y de 1741 respectivamente.
Muy cerca de la plaza de la Catedral, los turistas se detienen inevitablemente en la Bodeguita del Medio, que es un restaurant - taberna que paso a ser célebre por los recuerdos de Hemingway, por los escritos en las paredes de visitantes ilustres, y sobre todos de los mojitos, una bebida hecha con menta fresca muy apreciada por los cubanos.
No muy lejos surge el segundo gran centro histórico: la Plaza de Armas, que fuera usada en la época colonial para los desfiles militares. Sobre el lado Norte, próximo al Castillo de la Real Fuerza, se encuentra el Palacio del Segundo Cabo, que fue construido entre 1772 y 1791, residencia por aproximadamente un siglo de la Intendencia militar y de los vice gobernadores.
En aquellos tiempos el representante de la Real Casa, antes alojado en el Castillo, habitaba al lado de un majestuoso edificio barroco del mismo período, el Palacio de los Capitanes Generales, edificado sobre los restos de la iglesia Parroquial Mayor. Vio 65 gobernadores y varios presidentes de la república; hoy es la sede del Museo de la ciudad.
En los subterráneos se encuentran aún hoy, las piedras de las sepulturas de los nobles de la época (la más antigua es precisamente aquella de Doña María de Cepero y Nieto, que data del 1557), y el patio, rodeado de una doble serie de columnas, custodia una estatua de Cristóbal Colón, obra ejecutada en el año 1862 por el escultor italiano Giuseppe Cucchiari.
Sobre el lado opuesto a la plaza, junto a la Casa del Conde de Santovenia que vió las más bellas fiestas de la primera mitad del 1800, hay un extraño templito neoclásico del 1828, El Templete, así es su nombre. Conserva las cenizas del pintor francés Jean Baptista Vermay, autor de los tres frescos que hay en su interior, representando la Primera Misa celebrada por los colonos, la Primera reunión del Consejo Comunal de la ciudad y la Ceremonia de inauguración del edificio.
Una estatua en el centro de la plaza recuerda a Carlos Manuel de Céspedes, héroe que luchó contra la esclavitud y la independencia cubana, y de aquí parte la célebre calle de la Habana Antigua, calle Obispo, con negocios y edificios de inicios del siglo XVII.
Una farmacia colonial, de fines de 1500, presenta una hermosa muestra de vasos, alambiques, y preciosos arreglos y ornamentos de la época.
El tercer centro histórico, en plena fase de restauración, es la Plaza Vieja que data del año 1559, de trueque, y del mercado de los esclavos. Los inmuebles de los alrededores, entre los que se destaca el palacio del Conde San Juan de Jaruco, del 1600, restaurado a finales del 1700 y en los primeros años del siglo XIX, evidencias diversos estilos, mezclados en un eclecticismo arquitectónico totalmente cubano.
Hacia el Sur, cerrado al público, surge el más antiguo monumento religioso de la ciudad, el Convento de Santa Clara, construido en los inicios de 1600 sobre una planta rectangular. En su interior, una enorme cruz delimitaba un huerto y tres claustros. En el primero, vuelto a su antiguo esplendor, son aún hoy visibles los preciosos techos construidos en madera esculpida en el sector del coro, en la parte alta de la iglesia, que se presenta ahora, sin altar, como un inmenso salón despojado.
En el dormitorio de las monjas y con dinero de la UNESCO, se han instalado los más modernos equipos de restauración, y el edificio, rebautizado Centro Nacional de Conservación Restauración y Museología, es hoy el barrio general del cual dependen los proyectos de conservación del patrimonio artístico de toda la isla.
© Giuseppe Mazza
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