Una cenicienta que se vuelve famosa. Poco conocida la Tecoma capensis crece bien en los jardines mediterráneos.
Texto © Giuseppe Mazza
Traducción en español de Viviana Spedaletti
Existen “plantas habladas/criticadas” sobre las que se escribe mucho, y “plantas Cenicienta” como la Tecoma capensis, sobre las cuales es difícil encontrar más de tres renglones.
Entonces he pedido información al Señor Daniel Jacquemin de Pépinières du Gros Pin di Hyères, en Francia, y al Señor Corrado Natalino de Torsanlorenzo, en Roma, que la multiplican a gran escala.
Llamada también Tecomaria capensis o Bignonia capensis, proviene, como es fácil intuir, de la Provincia sudafricana del Cabo, y es pariente cercana de la Bignonia o Jazmín americano (Campsis radicans), una de las más bellas y difundidas enredaderas de flor.
Pero a diferencia de ésta, que con sus raíces adventicias alcanza los 12 m de altura, la Tecoma capensis no tiene órganos de sostén. Sus tallos sarmentosos, se apoyan como las rosas a paredes, troncos o rejas, y alcanzan a lo sumo los 3 m. Puede por lo tanto cultivarse como “trepadora”, abrazada a estructuras arquitectónicas o como “arbusto”, si a fin del invierno se poda drásticamente.
Soporta por poco tiempo los -10 °C, perdiendo las hojas a -3 °C, pero es un siempre-verde amante del sol, hecho para los jardines mediterráneos, donde alarga las glorias del verano con una florescencia ininterrumpida desde agosto a noviembre.
En los climas rígidos es necesario tenerla en una galería bien expuesta, donde puede ya estar en flor en primavera.
Las hojas pinnadas, formadas por 5-9 hojitas ovales dentadas de 4-5 cm, recuerdan las de la Bignonia, pero las corolas, largas 4-5 cm, con estambres sobresalientes y un largo estilo, son mucho más estrechas y numerosas. Reunidas en tupidos racimos terminales, pueden ser rojo anaranjado o escarlata, y ha llegado recientemente de Sudáfrica también una luminosa variedad amarilla.
Los frutos son cápsulas alargadas de 3-6 cm.
El cultivo de la Tecoma capensis es muy simple.
En Francia aconsejan la tierra de brezal, pero aunque es mejor evitar los suelos calcáreos, se adapta generalmente a cualquier terreno bien drenado, y crece también sobre las terrazas en recipientes adecuados.
Resiste a la sequía, pero para dar el máximo necesita de riegos regulares y abundantes, especialmente al final del verano y durante la floración. Se poda o se despunta en febrero, según las exigencias, cuando está en reposo; nunca durante el período vegetativo porque floreciendo sobre las ramas del año, se corre el riesgo de tener sólo hojas.
La reproducción por semillas de la Tecoma capensis es muy larga, y se necesitan por lo menos tres años para verla florecer. Por lo tanto se propaga por vía vegetativa, por acodos en primavera, para plantar a fines del verano, o por esqueje.
Los profesionales, con viveros calefaccionados y sofisticadas instalaciones de vaporización, logran hacer enraizar todo el año tallos casi herbáceos, pero para los aficionados el mejor período es el otoño, cuando los tallitos, semileñosos, son más fuertes y ricos de reservas.
Se sacan, luego de la floración unos esquejes apicales de 8-10 cm, y se entierran en un compuesto suelto, rico de arena y turba, después el acostumbrado tratamiento hormonal. Al llegar el invierno las plantitas serán obviamente vulnerables, y a la espera de la bella estación conviene guarecerlas en una galería.
GARDENIA – 1994