Familia : Carcharhinidae
Texto © Sebastiano Guido
Traducción en español de Ignacio Barrionuevo
La Tintorera, también llamada Caella o Tiburón azul ( Prionace glauca Linnaeus, 1758) pertenece a la subclase Elasmobranchii, peces con esqueleto cartilaginoso, al orden Carcharhiniformes y a la familia Carcharhinidae cuya aleta dorsal carece de espinas y cuya cola presenta un lóbulo superior mucho más desarrollado que el inferior. Como todos los Carcharhiniformes presenta una membrana nictitante sobre los ojos, cinco hendiduras branquiales, un par de aletas dorsales y una aleta anal.
El nombre del género deriva del griego “prion” (sierra), por los bordes serrados de los dientes, mientras que el epíteto específico glauca viene del latín “glaucus” = de color azulado, siendo precisamente este tinte azulado el que le da los nombres tanto de tintorera como de tiburón azul.
Zoogeografía
Está presente en todas las aguas templadas y tropicales del planeta.
Ecología-Hábitat
Vive generalmente en mar abierto, a cierta distancia de la costa, en un rango de profundidad que va desde la superficie hasta poco más de 300 m. Parece, no obstante, que se ha pescado algún ejemplar hasta los 1.000 m de profundidad. Está ausente por completo en aguas con temperaturas inferiores a 7 ºC.
Morfofisiología
El tamaño medio de los ejemplares adultos varía entre los 1,8 y los 3,5 m, aunque se han citado ejemplares superiores a 4 m de longitud. Las hembras son más grandes que los machos y su piel es mucho más gruesa (hasta tres veces más) para protegerlas mejor de los mordiscos con los que los machos las aferran durante el apareamiento. La cabeza es muy ahusada y presenta uno de los coeficientes de penetración más altos en el mundo de los peces.
Esta característica, en conjunto con un cuerpo delgado y un largo lóbulo superior de la aleta caudal, le permite poder ejecutar, con poco esfuerzo, repentinas sacudidas o nadar a velocidad considerable a pesar de parecer casi inmóvil.
El ojo, con membrana nictitante, es de un negro profundo con un delgado borde blanco. La boca, aun cuando la extiende, no aparece particularmente grande ni amenazante. Está llena, como en todos los tiburones carnívoros, de varias filas de dientes, la primera de las cuales, erecta, está lista para el ataque, mientras que el resto de la dentadura, tumbada tras la primera fila, tiene cada diente paralelo al paladar y preparado para izarse en sustitución de los de la primera fila perdidos durante la caza o por renovación rutinaria.
El esbelto cuerpo es de color aculado en el dorso, aclarándose en los flancos hasta llegar al color blanco del vientre. El dorso está rematado por una alta altea central. Complementando a la ahusada parte posterior del tronco encontramos una segunda aleta dorsal, cercana a la cola, una aleta anal, especular a la anterior, y dos pequeñas aletas pelvianas.
Completan la dotación dos extraordinarias aletas pectorales, de aspecto falciforme que por su elegancia e imponencia permiten reconocer al pez a primera vista. Funcionan como timones de profundidad, sosteniendo y haciendo planear al tiburón. A falta de una vejiga natatoria estos tiburones tenderían, de hecho, a hundirse, pero su enorme hígado, con un peso específico inferior al del agua, les ayuda a mantenerse en altura. Termina el cuerpo una cola heterocerca cuyo lóbulo superior mide en torno a cuatro veces más que el inferior.
Etología-Biología reproductiva
Es un pez muy curioso, para nada tímido, que ama observar de cerca las novedades, como los submarinistas que encuentra en sus viajes. Esto no significa que sea agresivo: es simplemente un pez de una cierta complexión que se acerca a todo lo que puede parecer apetecible (como el resto de los escualos de la misma familia) y alguna vez puede intentar dar un bocadito solo para satisfacer su curiosidad.
Las reacciones de hacerle frente o empujarlo cuando se acerca demasiado y quizás protruye la mandíbula, la mayoría de las veces, suelen ser suficientes para quitarle las ganas de curiosear a este tiburón.
Se alimenta de pescado azul, bacalaos, merluzas, pequeños tiburones, caballas o calamares, prefiriendo los ejemplares que por edad, enfermedad o heridas les procuren una adecuada alimentación sin hacerles desperdiciar demasiada energía. No desdeña, no obstante, la carroña de ballena, algunas aves acuáticas o cuanto se mueva en el mar y no lo intimide. Desgraciadamente por esto puede resultar fatal para víctimas de naufragios que, tras repetidos acercamientos, si no se dan cuenta de su presencia o no le inducen a creer que son peligrosos, reciben algún mordisco de prueba. Tras los primeros bocados el pez podría perfectamente no gustarle y desistir pero, en este caso, dejaría a la víctima morir desangrada.
Tras el apareamiento y una gestación que puede llegar a durar doce meses, la hembra de tintorera, que es ovovivípara, lleva en el cuerpo un número variable de huevos que puede superar por poco la centena. Tras la eclosión y la expulsión, la cría comenzará su vida pelágica, que lo llevará, si la suerte se lo permite, a ser este soberbio ejemplar de Ferrari viviente del mar.
Como ocurre con todos los tiburones, su población está en brusca regresión. La resiliencia de la especie es muy baja, dado que tienen que pasar un mínimo de 14 años para que se dupliquen las poblaciones diezmadas, y el índice de vulnerabilidad, en consecuencia, es altísimo, llegando actualmente (2017) a 77 en una escala de 100. Esta caída en los números de ejemplares se debe sobre todo a la bárbara práctica del cercenamiento de aletas de tiburón, consistente en coger al pez, amputarle las aletas y volver a lanzarlo, aún vivo, al mar, donde encontrará un miserable final. El valor de la carne es escaso mientras que las aletas son muy deseadas en Oriente para preparar sopas y otros guisos supuestamente afrodisíacos. Tirando al agua el cuerpo del animal, los pescadores tienen más espacio para almacenar las aletas, haciendo aún más lucrativas las largas salidas de pesca.
Curiosidad: Opiano de Anazarbo, en el poema “La cinegética y la haliéutica”, escrito en honor a Caracalla, sostenía que los jóvenes de esta especie, en caso de alarma, se esconden en la boca del padre hasta que pasa el peligro: “Como el glauco hace con su prole, más que otros ovíparos, a todos ama y cuida hasta que salgan del huevo, quieto siempre. Después nada junto a ellos, y cuando asustados los ve por voraz pez abre su boca y los recibe, y una vez cesado el temor los suelta.” La investigación moderna ha desmentido por completo que lleve a cabo ningún tipo de comportamiento parental.
Sinónimos
Squalus glaucus Linnaeus, 1758; Carcharias glaucus Linnaeus, 1758; Carcharinus glaucus Linnaeus, 1758; Glyphis glaucus Linnaeus, 1758; Isurus glaucus Linnaeus, 1758; Prionacea glauca Linnaeus, 1758; Carcharias rondeletii Risso, 1810; Carcharias hirundinaceus Valenciennes, 1839; Thalassinus rondeletii Moreau, 1881; Thalassinus rondelettii Moreau, 1881; Carcharias pugae Pérez Canto, 1886; Hypoprion isodus Philippi, 1887; Carcharias gracilis Philippi, 1887; Prionace mackiei Phillipps, 1935; Carcharhinus macki Phillipps, 1935.
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