Hemerocallis: una espléndida gran flor que vive un solo día

Las maravillosas Hemerocallis. “Belleza de un día”, indica el nombre griego. Efectivamente las flores de estas plantas se abren a la mañana y duran sólo 24 horas. 15.000 variedades para una flor antigua, hoy de moda en EE.UU., con formas tetraploides. Corolas a menudo enormes. Fácil de cultivar en cualquier lugar.

 

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Texto © Giuseppe Mazza

 

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Traducción en español de Viviana Spedaletti

 

Belleza fugaz, belleza de un día, así lo indica el nombre del griego Heméra = Día y Kállos = Belleza, pero las Hemerocallis compensan esta ausencia con una floración abundante, mostrando cual expertos magos, una tras otra, corolas siempre frescas.

Conocidos también más comúnmente como Azucenas amarillas o Azucenas turcas, se diferencian de estas parientes cercanas por los segmentos del perigonio unidos a la base por un corto tubo, y por el órgano receptor del polen, el estigma, que no es 3-lobado, si no simple y redondeado, similar a la cabeza de un fósforo.

Y además sobre todo las Hemerocallis no tienen los bulbos escamosos de los lirios, pero como los Asphodelus unas extrañas raíces carnosas, engrosadas, similares a “salchichas”: órganos de reserva, seguramente, para refugiarse bajo tierra en la estación adversa, pero son estructuras bien diferentes de los bulbos, tubérculos o rizomas.

El mismo Linneo estaba perplejo. En un primer momento bautizó al género Liliasphodelus, como ya habían decretado los botánicos franceses del ‘500, mientras los alemanes hablaban de Asphodelus liliaceus luteus, y los ingleses de Lilium non bulbosum, y luego, no convencido, rescató el viejo nombre griego de Hemerocallis usado por Dioscórides en «De Materia Medica», un importante tratado sobre plantas medicinales en el cual se elogian las virtudes de estas “bellas por un día”, llamadas también “limones”.

Curiosa pero comprensible confusión, dado que algunas de estas flores tienen la fragancia de los cítricos, y son usadas aún hoy en China en el arte culinaria y en herboristería.

De aquí, quizás luego de las luchas macedonias, al menos dos especies la Hemerocallis flava, de corolas amarillas perfumadas de azahar, y la Hemerocallis fulva, de flores amarillo-anaranjadas sin olor, habían ya llegado a Grecia antes de la era cristiana, y a finales del 1500 estaban ya presentes en todos los jardines Europeos.

En 1759 surgió una tercera especie, la Hemerocallis minor, que florecía de noche con un intenso aroma a limón, llegada a Londres en un barco de la Compañía de las Indias, y en el siglo siguiente llegaron las otras especies, de la China, de Siberia y de Japón: menos de una docena en total.

Nacieron algunos cultivos, pero en Italia luego de un breve suceso en la época de nuestras abuelas, las Hemerocallis pasaron de moda, pegadas a los muros como Cenicientas, o en los ángulos muertos de los jardines.

Un largo increíble “sueño de jardín”, que duró hasta hace pocos años, mientras a partir de 1930, en el Jardín Botánico de Nueva York, nacían en ocasión de investigaciones genéticas los primeros espectaculares híbridos modernos.

Se descubrió que algunas especies, como la Hemerocallis fulva y la Hemerocallis citrina, de pequeñas flores amarillas perfumadas de azahar, eran autoestériles, que las flores de la misma planta o de la misma cepa, no se fecundaban entre ellas; y salieron a la luz en los detalles los caracteres dominantes y recesivos: las hojas largas y estrechas prevalecen sobre las cortas y anchas, las flores amarillas sobre las rojas, y el “ojo” del centro de la corola, sobre su ausencia.

De las cruzas con la Hemerocallis middendorffii, de corolas similares a anchos embudos cortos, nacieron formas y colores insospechados. Y además un nuevo “look”, esta especie otorgó a los híbridos la tan esperada capacidad de reflorecer en otoño, luego de apenas unas semanas de reposo.

Pero lo mejor debía aún llegar: mojando las semillas, el polen y los estigmas con colquicina, una sustancia que produce mutaciones, se obtuvieron plantas tetraploides, con el doble de cromosomas, corolas más grandes y colores más intensos.

Poco después al otro lado del océano existió la “Hemerocallis-manía”, y en la American Hemerocallis Society se regiestraron más de 15.000 variedades.

A parte de cualquier excepción inglesa, en Europa se estaba aún detenidos en los viejos cultivos, y corresponde a Pierre Anfosso, genial creador de iris de la Costa Azul, el mérito de haber importado los más espectaculares híbridos americanos para continuar en Francia la obra de selección genética.

Su catálogo se jacta de tener casi 200 variedades, entre ellas muchos tetraploides famosos como ‘Sunshine magic’, ‘Palace concubine’, ‘Barbados’, ‘By myself’, ‘Mariachi’, ‘Open heart’, ‘Hey there’, o ‘Florentine princess’.

Cada año, me explica, la gama de colores y de formas aumenta: casi se ha obtenido el blanco, y tintes antes inesperados, como el rosa, el rojo cereza, el bermellón, el carmín, y el púrpura oscuro, hasta rozar el negro, son ahora comunes en los jardines; para no hablar de las vetas, de las corolas bicolores y de algunas tonalidades lavanda, de las cuales se espera obtener el azul.

Hoy, en climas templados, las hojas son casi siempre persistentes, las corolas son más duraderas, y la segunda floración otoñal es ahora prácticamente normal.

Existen plantas con escapos de 80 cm y también flores anchas 20 cm, y variedades enanas, para bordura, con corolas de apenas 5-6 cm. Algunos cultivos recientes, como el ‘Cat’s cradle’, tienen pétalos angostos y alargados, en forma de estrellas, pero no faltan formas súper dobles y compactas, similares a peonías, y un solo escapo puede tener, una después de otra, también 40 flores.

Tenemos en cultivo 10.000 semillas, y en los último s tres años he creado 50 nuevos híbridos para satisfacer los gustos mediterráneos de nuestros clientes, que tienden a menudo a prolongar la dicha de los lirios con la floración casi continua de estas plantas. Toleran mejor el hielo y no tienen prácticamente enfermedades o parásitos.

El cultivo de las Hemerocallis se encuentra en realidad entre los más fáciles y existe sólo la dificultad de la elección, pero para tener matas exuberantes, con flores grandes hasta 18-20 cm, conviene ser generosos con agua y abonos, y colocarlas en lugares bien expuestos porque necesitan mucha luz y calor en el intenso período vegetativo.

Lo ideal es un terreno bien drenado a pleno sol o media sombra, según el clima, rico de abono bien descompuesto y fertilizantes de bajo contenido en nitrógeno, ricos en fósforo y potasio, del tipo 8-20-24 o 8-24-24.

Cuando el suelo es duro, es conveniente remover la tierra unos 25-30 cm y agregarle arena, turba y humus en la proporción de 2 kg por m2. Al plantarlas se riegan abundantemente y luego, por años, además de los riegos, no requieren grandes cuidados, también porque su estructura de mata y compacta, evita por sí sola el crecimiento de yuyos.

Luego de una cascada de corolas entre el final de la primavera y el verano, las especies que reflorecen lo hacen también en setiembre-octubre, hasta el día de los Difuntos.

Requieren obviamente más abonos, y frecuentes cucharadas de fertilizante líquido serán indispensables para los cultivos en maceta, sobre terrazas y balcones. Bien drenados, de una capacidad de por lo menos 4 litros, éstos se rellenan con una mezcla de 1/3 de tierra de hojas, 1/3 de tierra de jardín y 1/3 de turba.

La multiplicación de la Hemerocallis es muy simple: es suficiente con separar las matas, en primavera o en otoño, enterrando inmediatamente las raíces con la corona a nivel del suelo.

Y se puede también divertir, como “aprendices brujos”, a crear nuevos híbridos. Basta con frotar los estambres de la planta elegida como “padre” sobre el pistilo de la flor de la “planta madre”, y cubrirla, con el acostumbrado sobre de papel, o una gasa, para impedir las polinizaciones accidentales.

La producción de semillas, que se encuentran en cápsulas trivalvas, muy escasa pero en general germinan fácilmente.

Se esparcen en otoño directamente en plena tierra o en macetas colocadas a la sombra, al aire libre, de manera que tomen todo el frío y la humedad que necesitan.

Los plantines no se deben dejar secar, y se ralean cuando superan los 10 cm de altura. Las primeras flores nacen luego de un par de años, y quizás con un poco de suerte, habréis creado un híbrido famoso.

 

SCIENZA & VITA NUOVA  – 1991