Los geranios, flores aparte, pueden igualmente ser apreciados por sus hojas. Formas insólitas y colores inesperados. Defectos genéticos provocan coloraciones de las hojas.
Texto © Giuseppe Mazza
Traducción en español de Fabian J. Alvarez
A nadie se le ocurriría montar una colección de gente con taras, sin embargo un frecuente defecto de los seres vivientes, el albinismo, atrae irresistiblemente al hombre, a la caza como es sabido de “rarezas”.
A parte de los ratoncitos, hamsters y los conejos blancos como la nieve, que sienten mal y ven peor, con sus pobres ojos rojos, en los cuales se transparenta todo el reticulado de los capilares sanguíneos por la total falta de pigmentos, han surgido en todo el mundo “zoológicos para albinos” y por un leoncito blanco nacido recientemente en Sudáfrica se ha alcanzado la cotización récord de 300.000.000 liras.
En el mundo verde el albinismo es un factor aún más dramático, porque si por un desorden genético una planta nace con las hojas blancas, o sea privada de clorofila, no está en condiciones de efectuar la fotosíntesis, y agotadas las reservas de la semilla, muere miserablemente de hambre.
Sólo sobreviven los albinismos parciales: ejemplares con hojas en parte decoloradas o más claras que funcionan a ritmo reducido, o ramas con hojas enteramente blancas, que obtienen dentro de ciertos límites los nutrientes de aquellas hojas más o menos verdes que están alrededor.
A esta categoría pertenece la mayor parte de los “geranios de hoja”, criaturas a menudo frágiles, incapacitadas, que no resistirían en la naturaleza a la presión evolutiva, pero que son seleccionadas obstinadamente por el hombre por motivos ornamentales.
Y si una rama por casualidad revierte a la forma original, si logra por milagro curarse, y poner orden en sus cromosomas, he aquí que los despiadados manuales de horticultura sugieren extirparla, a fin de que el defecto pueda ser transmitido por esqueje entre los aplausos de los coleccionistas.
Las selecciones en este sentido aumentaron mayoritariamente durante el siglo pasado, y los viveros ostentan hoy geranios de hojas doradas, con la hoja uniformemente escasa en clorofila; geranios de hoja bicolor, con combinaciones de amarillo y rojo, amarillo y verde, negro y verde, y verde y blanco; y geranios con hojas tricolores, en las que se manifiestan varias tonalidades de amarillo, verde y rojo, frecuentemente sobrepuestos, que pueden dar origen a 4-5 colores diferentes.
Entre los “dorados” los más célebres son el ‘Golden Crest’ y el ‘Hunter’s Moon’, pero no tienen muchos adeptos, porque su color amarillento, tendiente al gris, no es demasiado extraño como para seducir, y evoca a primera vista una salud un poco incierta.
Los “bicolores” son decididamente más agradables, y cuando las hojas son normales, y la mutación se limita a un elegante bordecillo blanco, la planta es vigorosa y florífera.
Es el caso por ejemplo del ‘Caroline Schmidt’, creado en Alemania hace cerca de un siglo, con flores dobles de un bello rojo brillante; del ‘Chelsea Gem’ de 1880, casi idéntico en las hojas, pero con flores dobles rosadas; o del célebre ‘Frank Headley’, de 1957, que aun siendo enano, bate récords de floración, con corolas rosa-salmón de aspecto tradicional, que cubren casi totalmente las hojas.
Igualmente rico en clorofila es el ‘Preston Park’, con flores simples rosadas, bordes finamente dentados, y un inconfundible “anillo” oscuro.
El ‘Galway Star’, con flores análogas a las del Pelargonium crispum, del cual deriva, se distingue por las hojas recortadas con los bordes blanco crema; y el ‘Cristal Palace Gem’, con flores rojas o rosadas simples, concentra la fotosíntesis en una “mariposa” verde en el centro de las hojas amarillentas.
Esta mancha se hace dorada en el ‘Happy Thought’, una forma con flores simples rojas, creada en Inglaterra en 1877, y se torna roja en el ‘Medallion’, nacido en 1956 de cruces con Pelargonium frutetorum.
Aquí la capacidad de fotosíntesis es escasísima, y de hecho se trata lamentablemente de una planta muy delicada.
La misma prédica vale para otros “dorados bicolores”, como el ‘Selby’, con anillo zonal central color rojo y flores dobles rosas, y dos variedades de fin del Ochocientos: el ‘Golden Harry Hieover’, de hojas coriáceas y lustrosas que revelan un indudable parentesco con Pelargonium peltatum, y el ‘Mrs Quilter’, más resistente, con flores rosas simples, y en el cual la mancha zonal se extiende hasta casi el borde.
El ‘Golden Ears’ es uno de los raros “Stellars de hoja dorada”. Luce flores rojas simples y a menudo la mancha zonal color ladrillo se extiende hasta casi el borde con efectos espectaculares.
Entre los bicolores blancos y verdes se destaca el ‘Madame Salleron’, con hojas orladas de blanco, en ajedrez, con manchas, y a veces enteramente albinas, en ramas que viven a costa de las hojas cercanas. Creado en Inglaterra alrededor de 1840, y no más alto que 20 cm, era usado para borduras; y junto con dos mutaciones con tronco erecto y flores rosas insignificantes, el ‘Little Trot’ y el ‘Mrs Newton’, no tiene fuerza para florecer.
Otro súper anémico del 1880, el ‘Freak of Nature’, literalmente una “broma de la naturaleza”, sobrevive, no se sabe cómo, con la fotosíntesis reducida a los bordes de las láminas foliares, y logra hasta florecer, con corolas simples, rojas, en increíble contraste con el blanco espectral de las hojas y de los troncos.
Un último insólito bicolor es el ‘Crocodile’, embellecido por un denso retículo amarillento. Seleccionado en 1964 en Australia, pertenece al grupo de los Geranios de hiedra, y no está enfermo de albinismo, sino de virus. Una forma no contagiosa para las otras plantas, que se lleva encima desde el nacimiento y evidencia en forma dramática los vasos linfáticos.
A los “tricolores” pertenece por ejemplo el célebre ‘Mr Henry Cox’, creado en Inglaterra en 1879, con hojas redondeadas y flores simples rosa-salmón, y el ‘Mrs Pollock’, nacido siempre en Inglaterra en 1858, con flores simples rojo-naranja y hojas profundamente lobadas. Presentan ambos una gran variabilidad, pero el segundo es en conjunto el más robusto.
Todos estos geranios, con el metabolismo reducido por la falta de clorofila, tienen obviamente un crecimiento bastante lento, y como un enfermo grave que necesita de oxígeno, necesitan mucha luz para cumplir su vacilante fotosíntesis.
Valen para el resto las reglas habituales, con la advertencia de que son en general más vulnerables a las enfermedades. En invierno colocar al reparo en viveros luminosos, pues la falta de luz transforma el amarillo dorado en un gris mortal, y lo mismo sucede si hay exceso de fertilizantes , que deben de cualquier modo ser escasos, proporcionales al crecimiento, pobres en nitrógeno y con alto contenido de potasio.
Quien no tenga ganas de montar un “hospital de geranios”, y ame las hojas raras, tiene de todos modos muchas posibilidades también con las plantas normales, ricas en clorofila. El ‘Chocolat-Peppermint’, perfumado de menta y chocolate, ostenta, por decirlo de algún modo, hojas en forma de roble, con una elegante mancha zonal oscura, y esta tendencia es todavía más acentuada en el ‘Royal Oak’.
El Pelargonium barklyi, un geranio botánico geófito que desaparece en el invierno bajo tierra, muestra hojas redondeadas y decoradas con encaje, aquellas del Pelargonium myrrhifolium coriandrifolium imitan el aspecto del cilantro; y quien ame las formas súper recortadas y finas, sin llegar a los excesos del Pelargonium denticulatum, tiene a su disposición numerosos híbridos como el x asperum, con hojas que alcanzan el refinamiento de los helechos.
GARDENIA – 1992
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