Conium maculatum

Familia : Apiaceae

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Texto © Prof. Giorgio Venturini

 

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Traducción en español de Ignacio Barrionuevo

 

Conium maculatum es una planta herbácea bienal que alcanza los 2 m de altura © Giuseppe Mazza

Conium maculatum es una planta herbácea bienal que alcanza los 2 m de altura © Giuseppe Mazza

Con el término “cicuta” se hace referencia, además de a la Cicuta mayor o Cicuta manchada (Conium maculatum L. 1753), a otras dos especies de Apiáceas venenosas: Cicuta virosa (cicuta acuática) y Aethusa cynapium (cicuta menor o apio de perro).

El término «conium» deriva del Griego «coneion» (κωνειον), utilizado para la cicuta, quizás relacionado con el término «konas» (κωνας), mareo. El epíteto específico maculatum (manchado o moteado en latín) hace referencia a las manchas presentes en el tallo

Los romanos usaban para esta planta el nombre de “cicuta”, pero en el Medievo, en Europa septentrional, con este nombre se indicaba la otra especie venenosa, Cicuta virosa, que no existe en las regiones más meridionales (en Italia está presente solo en Lombardía, Trentino-Alto Adigio y Véneto).

Linneo, para evitar confusiones, retoma el nombre griego, “conium”, para la cicuta mayor. El género.
Conium incluye también a la especie africana Conium chaerophylloides.

Morfología

Es una planta herbácea bienal, imponente, característica por el olor penetrante y desagradable, que es descrito como parecido a la orina de gato, evidente sobre todo cuando es dañada.

En el primer año por lo general solo produce hojas. El tallo erecto, que por lo general aparece en el segundo año, es de incluso más de 2 metros de alto, hueco (fistuloso), estriado en la superficie y con numerosas manchas o estrías de color rojo amarronado, generalmente ramificado sobre todo en la parte superior.

Las hojas son alternas, de hasta alrededor de 50 cm de longitud, compuestas, con limbo de contorno triangular, fuertemente dividido (tripinnatisecto), con margen dentado, con un peciolo robusto similar al tallo, dilatado en la base de modo que envaina al tallo. Las flores aparecen el segundo año en grandes umbelas dobles con numerosas (de 10 a 20) umbelas simples. El cáliz cuenta con cinco sépalos soldados en la base. La corola presenta cinco pétalos blancos, ovados. El fruto, de entre 2 y 3 mm, es globoso, con delgadas costillas onduladas marcadas.

Hábitat y distribución

Planta de origen euroasiático, crece en toda Italia, desde el nivel del mar hasta alrededor de los 1800 m. Prefiere lugares de vegetación herbácea, sombríos y ruderales, a menudo en las cercanías de cursos de agua, en sustratos ricos en nitrógeno (nitrófila). La cicuta mayor está naturalizada también en América septentrional, donde es considerada una especie invasora. La floración es entre (marzo) abril y agosto.

Toxicidad

La cicuta mayor es considerada con frecuencia la planta venenosa por excelencia. En realidad toda la planta contiene alcaloides tóxicos, el principal de ellos es la coniína. El contenido es máximo en los frutos, que pueden contener hasta 2 g de alcaloide por cada 100 g, y mínimo en el tallo y las raíces. La dosis letal para el hombre es de pocos gramos de frutos.

La cicuta mayor es tóxica también para el ganado, que suele desdeñarla, aunque no son raros los casos de intoxicación grave. La planta no es tóxica para muchas aves. Se ha observado que, por motivos no conocidos, los animales que se han intoxicado con cicuta, si sobreviven, a menudo tienden a consumirla de nuevo. En los animales que han ingerido cicuta las toxinas pueden pasar a la leche, con un riesgo potencial para el consumidor.

Es típico el moteado rojo purpúreo del tallo y los peciolos envainantes en la base © Giorgio Venturini

Es típico el moteado rojo purpúreo del tallo y los peciolos envainantes en la base © Giorgio Venturini

La cicuta es teratógena para el ganado: las hembras preñadas que se han alimentado de ella pueden parir descendencia con malformaciones, especialmente con palatosquisis (hendidura en el paladar) y contracturas musculares congénitas. La coniína desarrolla su principal actividad tóxica sobre el sistema nervioso, actuando en particular sobre las sinapsis neuromusculares. El alcaloide se une a los receptores de acetilcolina, el neurotransmisor que actúa en estas sinapsis, y los bloquea, impidiendo así la estimulación de las fibras musculares y provocando una parálisis flácida. El efecto más importante es el que se da sobre los músculos respiratorios, pudiendo resultar en una parálisis respiratoria, potencialmente mortal. La acción es, por lo tanto, parecida a la del curare.

Los síntomas de la intoxicación se manifiestan inicialmente como ardor en la boca, dificultad en la deglución, náuseas y debilidad en las extremidades, vómitos, temblores, respiración acelerada, taquicardia, pérdidas de orina y convulsiones. A dosis elevadas aparece la parálisis muscular y eventualmente la muerte por parada respiratoria y consiguiente asfixia. La persona intoxicada permanece consciente.

Más recientemente se ha observado que las intoxicaciones por cicuta resultan también en graves daños musculares, con destrucción de las fibras musculares (rabdomiólisis) y graves lesiones renales, suficientes como para comportar insuficiencias renales. La coniína puede también ser absorbida a través de la piel.

Tratamiento de intoxicaciones por cicuta

El tratamiento solo es sintomático, no conociéndose antídotos. Si aparecen los síntomas de parálisis es indispensable suministrar respiración artificial, que puede prevenir la muerte por asfixia. La toxicidad de la Cicuta virosa es causada por una sustancia distinta, la cicutoxina, una neurotoxina que actúa sobre receptores del neurotransmisor GABA (ácido γ-aminobutírico), de manera distinta a la coniína.

Causas de intoxicación

La intoxicación por cicuta puede ser debida a la ingestión de partes de la planta, confundida con alguna otra especie comestible (las semillas pueden parecerse a las del perejil, las semillas a las del anís), aunque el olor desagradable limita la tendencia a comer la planta cruda. Se dice que la desecación y la cocción disminuyen la toxicidad, pero esto no se corresponde con la realidad. Algunos casos de envenenamiento se han dado en niños que habían construido cerbatanas o silbatos con el tallo hueco de la planta.

Un tipo especial de intoxicación, a veces denominado coturnismo (Coturnix es el nombre en latín para la codorniz Coturnix coturnix), deriva, por el contrario, de la ingestión de aves que se han alimentado de cicuta. Codornices, alondras, zorzales y otras aves, cazados en primavera, pueden haberse alimentado de frutos o brotes de cicuta, y el veneno, al que son inmunes, se acumula en sus órganos internos.

Esto ocurre especialmente si no se han eliminado algunas partes del ave, como la molleja. En Italia se han citado varios casos, sobre todo en los años 80 del pasado siglo. Los síntomas consisten en debilidad muscular, dolor en las extremidades, náuseas y vómitos, acompañados de daños musculares (rabdomiólisis, esto es, destrucción de fibras musculares) y daños renales hasta insuficiencia renal. La muerte puede sobrevenir por parálisis respiratoria. Recientemente se ha asilado un nuevo alcaloide de la cicuta mayor, la conmaculatina, dotado de actividad analgésica pero fuertemente tóxico.

Las hojas miden hasta 50 cm. Tienen un olor penetrante, desagradable, que recuerda a la orina de gato © Giorgio Venturini

Las hojas miden hasta 50 cm. Tienen un olor penetrante, desagradable, que recuerda a la orina de gato © Venturini

Estudios históricos y arqueológicos han demostrado que, a mediados del siglo XIII, dos jóvenes fueron mortalmente envenenados por las emanaciones de un incienso contaminado con cicuta durante una ceremonia religiosa.

Usos médicos

La cicuta mayor ha sido usada desde la antigüedad como sedante y antiespasmódico. Los médicos de la antigua Grecia lo recomendaban para diversas afecciones, entre las que se cuenta la artritis. Los romanos usaban a cicuta mayor con fines medicinales para enfermedades de la piel o del hígado y del sistema nervioso, además de para tumores y para libido excesiva.

En el Medievo una mezcla de cicuta mayor, betónica Stachys officinalis y semillas de hinojo era considerada una cura para la mordedura de perros rabiosos. Habida cuenta de su acción inhibitoria de la contracción muscular, la cicuta mayor ha sido citada también como remedio para casos de epilepsia y espasmos musculares. Se ha sugerido incluso su uso como tratamiento contra la escrófula (adenitis tuberculosa). Castor Durantes, en el siglo XVI, contra las fantasías eróticas aconseja aplicar en los testículos un emplaste a base de hojas de cicuta. En el pasado fue utilizada como antídoto para el envenenamiento por estricnina o en el tratamiento del tétanos. El reducido rango terapéutico, esto es, la escasa diferencia que hay entre las dosis terapéuticas y las tóxicas, ha llevado a una gradual caída en el desuso. En la medicina homeopática se sugieren preparados de cicuta para el tratamiento de diversas patologías, como mareos, dolor de cabeza, problemas oculares, problemas menstruales o urinarios y sexuales, hipertrofia prostática, quistes, tumores o problemas nerviosos.

Historia

Los antiguos griegos usaban la cicuta mayor como veneno para las ejecuciones capitales de criminales. Platón, en el Fedón, describe los últimos momentos de Sócrates, condenado a beber cicuta por haber corrompido a los jóvenes y haber olvidado a los dioses.

“Tú, buen hombre, que estás al tanto de los detalles de este asunto, dime qué debo hacer ahora” pregunta Sócrates al hombre que ha traído la copa con la cicuta. Y este, acercándole la copa, dijo: “Nada más que beberla y después pasear un poco por la habitación hasta que comiencen a fallarte las piernas; entonces habrás de acostarte y así hará su efecto”. Sócrates la vació de un solo trago… anduvo un rato por la estancia, tras lo cual afirma que siente que sus piernas comienzan a no responderle y se tumbó, tal y como le había dicho quien trajo el veneno, que mientras tanto le examinaba las piernas y los pies tocándolos y, de pronto, le presiona fuertemente un pie, preguntándole si le dolía. Sócrates responde negativamente. Pasado un tiempo le tocó las piernas, y después, subiendo poco a poco, más alto cada instante, haciéndole ver como se enfriaba y cada vez estaba más rígido. Después, mientras seguía tocándolo, dijo: “Cuando le llegue al corazón, entonces, todo habrá terminado”. Sócrates ya tenía el abdomen frío… y estas fueron sus últimas palabras: “Critón, debemos un gallo a Esculapio, cuídate de que se pague esa deuda”. Después sufrió un temblor. El hombre le descubrió la cara: tenía los ojos fijos. Al verlo, Critón le cerró los labios y los ojos.

Las flores, con 5 pétalos, brotan el segundo año de vida, reunidas en grandes umbelas dobles. Toda la planta es extremadamente venenosa, especialmente los frutos globosos, de 2-3 mm, con costillas onduladas © Venturini

Las flores, con 5 pétalos, brotan el segundo año de vida, reunidas en grandes umbelas dobles. Toda la planta es extremadamente venenosa, especialmente los frutos globosos, de 2-3 mm, con costillas onduladas © Venturini

Los síntomas descritos por Platón no se corresponden con los de un envenenamiento por cicuta mayor: es posible que la bebida usada para las ejecuciones contuviese una mezcla de diversos venenos, pero sobre todo debemos considerar que Platón no estaba presente en la muerte de su maestra y sobre todo que, para él, su alumno, el fin de un filósofo sabio y amado como Sócrates no podía sobrevenir de otro modo que compuesto y digno. La frase del gallo para Esculapio divide a los analistas, que han dado las interpretaciones más diversas.

Menos célebre pero muy interesante es el caso de la condena a muerte por cicuta de Foción (en el 318 a.C.), hombre político y militar ateniense (Foción era conocido como “el bueno” y era famoso por su honestidad, ¿lo habrían condenado por esto?). Plutarco refiere que la dosis de cicuta preparada resultó insuficiente, pero el verdugo se negó a preparar otra si no se le pagaban otros 12 dracmas. El propio Foción debía pagar, pidiendo los sueldos de sus amigos (se estima que el valor de un dracma era par al jornal de un peón, por lo que se habría tratado de una ejecución un tanto costosa).

Séneca, el escritor y filósofo predecesor de Nerón, acusado de haber participado en una conjura contra el emperador, recibió la orden de quitarse la vida. Se cortó las venas, primero de las muñecas y después de las piernas, pero visto que la sangre no brotaba suficientemente ingirió cicuta. No contento, se sumergió en un tanque de agua caliente para facilitar el flujo de sangre y, al final, por lo que parece, murió sofocado por los vapores. También se ha sostenido, en un libro de autor anónimo publicado en Turín en 1870, que Cavour murió mediante envenenamiento por cicuta bajo órdenes creadas en un complot organizado por Napoleón III.

Leyendas y Literatura

Una antigua leyenda inglesa narra que las manchas presentes en el tallo de la cicuta mayor representan la marca puesta en la frente de Caín tras haber asesinado a su hermano Abel. Considerada una planta mágica, la cicuta era asociada con la magia negra. Shakespeare cita la cicuta en “El rey Lear” y en “Macbeth” da la receta del filtro mágico preparado por las brujas:

“… Diente de lobo, escama de dragón, momia de bruja, garguero y estómago de voraz tiburón de agua salada, raíz de cicuta de noche arrancada, hígado de judío blasfemo… Enfríalo con sangre de babuino. Tras esto el encantamiento estará listo y seguro”.

Sinónimos: Cicuta major Lam. (1778); Cicuta officinalis Crantz (1767); Conium ceretanum Sennen (1927); Conium cicuta (Crantz) Neck. (1768); Conium croaticum Waldst. & Kit. ex Willd. (1809); Conium divaricatum Boiss. & Orph. (1856); Conium leiocarpum (Boiss.) Stapf (1886); Conium maculosum Pall. (1771); Conium nodosum Fisch. ex Steud. (1821); Conium pyrenaicum Sennen & Elias (1928); Conium sibiricum Steud. (1840); Conium strictum Tratt. (1811); Conium tenuifolium Mill. (1768); Coriandrum cicuta Crantz (1762); Coriandrum maculatum (L.) Roth (1788); Selinum conium (Vest) E.L. Krause (1904); Sium conium Vest (1806).

 

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