A veces superando un metro de altura, tienen el tronco derecho y la copa florida. Las variedades mejor adaptadas pertenecen al grupo de los “zonales” y de los de “hiedra”. Cómo crearlas y conservarlas en plena forma.
Texto © Giuseppe Mazza
Traducción en español de Fabian J. Alvarez
Los «standards» o arbolitos de geranio no son variedades especiales que debemos buscar con dificultad, quizá en otro país, sino formas hortícolas y botánicas comunes, cultivadas de esa forma, de modo que asuman con el tiempo el aspecto de un pequeño árbol, con el tronco derecho y una bella copa desbordante de flores.
El método es simple y al alcance de todos. Pero los mejores resultados se obtienen en invernadero, en donde el crecimiento es prácticamente continuo, y sombreando las jóvenes plantas en verano, para que den pocas flores en ventaja de las hojas, es posible obtener el resultado en el término de un año.
El punto de partida es como siempre un esqueje. Se lo cuida con cariño y, mientras va creciendo, se le quitan con las debidas disculpas todos los brotes laterales, poniendo mucha atención de no romper las hojas restantes, obligadas a realizar, mal que les pese, la entera síntesis de clorofila.
Para mantener vertical el tronco, se lo amarra, cada 3-4 dedos, a un tutor, hasta alcanzar la altura deseada, se lo despunta para estimular la formación de un arbusto, destinado a crecer, en teoría, como si la planta partiese del suelo.
Y aquí se inicia el paciente trabajo de “las tijeras”.
Para un desarrollo denso y armonioso, se dejan sólo los brotes laterales de los últimos tres nudos, que se pinzan un par de veces en el primer año, y luego se podan regularmente, pues las ramas largas tienden a romperse, arruinando en breve la arquitectura de la planta.
Las variedades que mejor se prestan a este fin son los “geranios zonales” y “los de hiedra”; y no olvidar que cuanto más vigorosas y rápidas para crecer con pocas ramificaciones, será más fácil la creación del tronco, pero luego más difícil darle una forma compacta y estable a la copa.
Comercialmente estas dos tendencias se concilian con un “truco”. Elegidas variedades arbustivas, que forman una bella copa, se tratan los esquejes con soluciones de ácido giberélico, que aumenta la distancia entre los nudos. El tronco crece así velozmente, y ni hace falta despuntarlo, ya que en general, suspendiendo el tratamiento, las plantas ramifican naturalmente.
También está la vía del injerto, a recorrer de preferencia en primavera, cuando los geranios crecen a pleno ritmo.
Con una variedad vigorosa, por ejemplo un “zonal”, se crea como habitualmente el “tronco”; y luego de haberse lavado bien las manos, se lo despunta con una hoja de afeitar afilada, posiblemente estéril, practicando una profunda incisión en “V”.
Sobre esta “montura” se calzará el injerto, un esqueje de 7-8 cm de la variedad elegida para la copa, cortada con la misma inclinación, en cuña, de una rama de diámetro análogo privada de las hojas bajas.
El encaje y amarrado del injerto, bien ajustado con rafia o cordel para que no se formen burbujas de aire en los puntos de contacto, debe realizarse muy rápido, antes que los vasos del esqueje cicatricen obturándose; y si hay que esperar algún minuto entre una y otra operación, es bueno colocar el esqueje sumergido en un vaso con agua.
Luego se coloca la planta a la sombra, cubierta por arriba con una bolsa de plástico transparente, atada al tronco bajo el punto del injerto, para evitar peligrosas deshidrataciones.
Luego de una semana, se abre la bolsa por abajo para un contacto progresivo con el ambiente; y se quita luego de 2-3 días, mientras que para remover la rafia o la cuerda es mejor esperar todavía algunas semanas.
Habitualmente las células de ambas plantas no se mezclan, pero puede nacer también un “injerto híbrido” con características intermedias a los dos geranios, y flores a veces sorprendentes.
Los geranios de hiedra crean cascadas floridas espectaculares sobre troncos comunes de zonales, mientras los aristocráticos geranios de pensamiento, con grandes corolas similares a azaleas o mariposas, son de gustos más difíciles y prefieren portainjertos nacidos de geranios botánicos de hojas perfumadas, como el Pelargonium graveolens o la variedad del grupo “Unique”, híbridos desarrollados alrededor de 1840, a partir de especies como el Pelargonium fulgidum, el Pelargonium cucullatum y el Pelargonium betulinum.
Para el cultivo es mejor tener presente que, a medida que crecen, los arbolitos de geranios tienen naturalmente necesidad de más agua.
El fertilizante ideal es uno compuesto del tipo 12-12-15-2, con doce partes de nitrógeno y fósforo, quince partes de potasio, y dos partes de microelementos que contribuyen a mantener las plantas sanas, con un follaje más bello.
Pero si se trata de un geranio de pensamiento o de uno de olor, es mejor aumentar el potasio, según la fórmula 12-12-18-2.
Como todos los geranios, también los “arbolitos” aman el sol, con un ligero sombreado estival, pero no se pueden tener en un jardín a cielo abierto, porque con el peso de la lluvia y el viento se corre el riesgo, aún con tutor, de arrancarles la copa.
Y mientras se cultivan, especialmente en la juventud, es necesario rotar las macetas 90° cada 10 días para obtener una buena simetría del conjunto.
¿Cuánto debe ser de alto un arbolito?
Según los cánones, 20-60 cm para los “geranios enanos” y 60-120 cm para las formas naturales. Pero la Floricultura Giorgi, juntos a los estándar, crea con fantasía arbolitos bajos, de copa enorme con respecto al tronco, que no tienen obviamente necesidad de un tutor, y exaltan, en algunas formas botánicas con hojas perfumadas, como el Pelargonium crispum variegatum, la natural inclinación arbórea de la especie con un aspecto de bonsái.
GARDENIA – 1997
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