Vienen de Australia y por sus pétalos peludos, con estambres similares a uñas, han sido asociadas a los canguros. Bulbosas para flor cortada de fácil cultivo también en nuestros climas.
Texto © Giuseppe Mazza
Traducción en español de Viviana Spedaletti
Las hojas recuerdan a los iris y las flores evocan crestas de gallo o arreglos Punk.
Pero debido a que crecen sólo en Australia las han bautizado “patas de canguro”, un nombre sin equívocos por unas largas corolas peludas, abiertas a un lado, con vistosos estambres similares a uñas.
Dos géneros: Anigozanthos (del griego «anisos» = desigual y «anthos» = flor) con 11 especies, y Macropidia (de «macropus», el nombre científico de los canguros) con una sola especie.
Plantas en una época asociadas a las Liliáceas o a las Amarilidáceas y ahora distinguidas en una familia propia, las Haemodoráceas, presente en Australia, América, Sudáfrica y Malasia, con casi 90 especies herbáceas.
La más bella, la Pata de canguro roja y verde (Anigozanthos manglesii), ha sido elegida entre 8.000 plantas de Australia Occidental como emblema floreal del Estado. Un homenaje a Robert Mangles, el horticultor que en 1833, partiendo de las semillas, la cultivó por primera vez en Inglaterra, y al antiguo interés europeo por estas plantas.
Luego en la segunda mitad del ‘800, al difundirse las orquídeas, que requerían invernaderos cálidos y húmedos, las patas de canguro desaparecieron.
Se las olvidó y sólo recientemente los holandeses han comenzado a importarlas, en puntas de pie, como flores cortadas.
“No hay ningún motivo”, comenta el Dr. Paul Wycherley, director del famoso Kings Park Botanic Garden de Perth, «para no cultivarlas también en Italia.
Las patas de canguro en efecto, son todas endémicas de la Provincia Botánica Sudoeste de Australia Occidental, un área donde normalmente las temperaturas oscilan, como en muchas regiones mediterráneas, entre los 37º C y los -4º C.
Basta prestar atención a la humedad y al drenaje, y en general se adaptan de manera sorprendente.
Han prosperado sin problemas en todos los Estados templados y en Australia ahora son unas clásicas plantas de jardín”.
Me muestra, en una gran jaula metálica, para evitar “ataques aéreos” y polinizaciones no deseadas (la fecundación de las patas de canguro es confiada a los pájaros), increíbles variantes de color del manglesii y un espectacular híbrido suyo con el Anigozanthos flavidus.
“El flavidus ”, me explica, “es la única especie que tolera bien los terrenos mal drenados.
Vive más que otras, tiene hojas siempre verdes y se hibrida fácilmente con el rufus, el pulcherrimus y el manglesii.
Pero hemos concentrado nuestros esfuerzos mayormente sobre la Pata de canguro.
De la forma normal hemos logrado aislar una variedad amarilla (cálices amarillo-verdosos con base amarilla), una anaranjada (cálices amarillo-verdosos con base anaranjada), una azul (cálices azul metálico con base roja) y una roja (cálices y base en varias tonalidades de rojo) muy elegante, más resistente que la originaria.
Pueden ser cultivadas como anuales o bianuales, y cada planta produce de 6 a 20 grandes varas floríferas (excepcionalmente 50), de hasta un metro de altura, que florecen entre agosto y octubre.
Para multiplicar las coloraciones insólitas, es necesario dividir en otoño los rizomas, dejando 3-4 retoños por parte, y colocarlos en macetas en un compuesto arenoso.
Cortamos casi un tercio de las hojas, para reducir las pérdidas de agua ligadas a la transpiración, y mantenemos las plantas a la sombra. Luego, cuando comienzan a crecer, se exponen gradualmente al sol y se reubican definitivamente en el jardín.
Pero dado que de este modo, a fuerza de transplantes, se corre el riesgo de perderlas, seguimos también el camino de las semillas. Basta evitar las polinizaciones accidentales y cruzar siempre flores con el mismo color”.
“¿Pero entonces quién sabe cuánto se necesitará?”, lo interrumpo, pensando en los lectores, obligados, posiblemente, a partir de las semillas.
“Para tener unas bellas plantas florecidas”, continúa, “son necesarios 18 meses.
Se prepara, en otoño o primavera, un compuesto arenoso bien drenado, formado por 1/6 de turba, y allí se esparcen las semillas cubiertas por una espolvoreada de guijarritos diminutos (gránulos de 2-3 mm).
Pacientemente rociados, germinarán en casi 3 semanas.
Algunos aconsejan “prepararlos”, dejándolos 1-2 horas en remojo en agua caliente, a 55-60ºC, pero en general con el Anigozanthos manglesii no surgen grandes problemas.
Poco después del nacimiento, las plantitas se separan en macetitas y el crecimiento inicialmente es muy lento.
Se transplantan en jardín en el otoño siguiente o cuando alcanzan por lo menos 5-10 cm”.
“¿Y el suelo?”, pregunto.
“Debe ser arenoso y sobre todo bien drenado. Como casi todas las patas de canguro, en efecto, el manglesii es fácil presa de los hongos (roya roja y negra).
Se riega con el sistema por goteo o hacia mediodía, cuando las hojas se secan rápidamente.
No es necesario excederse con los fertilizantes (mejor los líquidos o de dosaje bajo y prolongado) y aunque tolera la media luz, crece mucho mejor al sol.
Si se la cultiva como bianual, recogidas las semillas, se cortan las varas floríferas y en marzo-abril (setiembre-octubre en Italia), antes del comienzo de la estación vegetativa, es necesario hacer limpieza en la base, removiendo las viejas hojas a nivel del suelo”.
Me muestra luego, en la gran reserva natural adyacente al jardín botánico, una espectacular extensión de manglesii.
Millares de plantas en flor, entre gladiolos silvestres y viejos troncos de Banksia y Casuarina ennegrecidos por un incendio.
“Dentro de ciertos límites”, continúa el Dr. Wycherley, “el fuego es un precioso aliado de los manglesii.
Los incendios hacen desaparecer radicalmente las plantas rivales y permiten a esta especie expandirse.
Después de algunos años, los arbustos retoman la delantera, las “patas” casi desaparecen y esperan, escondidas, otro incendio”.
Las semillas de la Pata de canguro negra (Macropidia fuliginosa), más rara y difícil de cultivar, intentan germinar.
Pero están vitales por lo menos 5 años, y si las plantitas no brotan, aconsejan no desalentarse y olvidar las macetas al sol y a la intemperie.
Aparecen luego a menudo, de improviso, en el otoño siguiente.
También el pequeño graciosísimo Anigozanthos humilis, que muchos simpáticamente llaman Pata de gato, crea problemas de ambientación.
Pero al norte de Perth crece una variedad amarilla (a menudo las flores son rojizas) muy resistente, usada con el Anigozanthos gabrielae (10-20 cm) en los jardines rocosos.
Las flores completamente verdes del Anigozanthos viridis atraen a los coleccionistas, pero las especies más populares además de los híbridos son el Anigozanthos pulcherrimus, con grandes inflorescencias amarillas y el Anigozanthus rufus, de corolas encendidas.
Forman matas de hasta 2 m y alegran, con vivaces manchas de color, el verano australiano.
Entre nosotros florecerían casi contemporáneamente, en un elegante contraste cromático, desde junio hasta agosto.
GARDENIA -1988