Familia : Ranunculaceae
Texto © Prof. Giorgio Venturini
Traducción en español de Viviana Spedaletti
El género Aconitum presenta cerca de 250 especies, de las cuales casi 12 están presentes en Italia.
El género, perteneciente a la familia Ranunculaceae, es típico de las regiones onduladas y montañosas del hemisferio norte. La mayor parte de las especies es asiática, menos numerosas son las especies europeas y pocas las norteamericanas.
Las especies del género Aconitum están a menudo caracterizadas por una gran variabilidad morfológica, también debida a frecuentes fenómenos de hibridación y poliploidía.
El acónito variegado, llamado también Acónito jaspeado (Aconitum variegatum L. 1753) es una planta herbácea perenne con tallo erguido, lampiño o velloso en la parte superior, alto entre los 50 cm y los 150 -200 cm. El tallo generalmente es ramificado en la parte más alta. Es una geófita rizomatosa: es decir que se trata de una planta que presenta un tallo subterráneo, el rizoma, que cada año produce raíces y tallos aéreos.
Las hojas, de color verde oscuro, son carentes de estípulas y tienen una disposición en espiral a lo largo del tallo. Las hojas basales son lampiñas, palmeadas, anchas 10 – 20 cm, profundamente divididas en 5 segmentos, sostenidas por un pecíolo de unos 10 cm. Las vetas son evidentes en la cara inferior. Las hojas del tallo son más pequeñas y las dimensiones decrecen en la parte superior del tallo.
Las flores, reunidas en inflorescencias en espiga, ramificadas en zig-zag, son de color azul o morado, con estrías más claras. La forma de la flor es característica, con cinco tépalos, de los que uno, el superior, forma un llamativo yelmo de forma comprimida, muy convexo; dos sépalos están dispuestos lateralmente y dos, lineales, inferiormente. La corola es reducida y visible solamente luego de haber desplazado el yelmo, presenta dos nectarios y seis elementos filamentosos. Los estambres son numerosos y oscuros, dispuestos en espiral y están presentes 3-5 carpelos. El fruto está formado por 3-5 cápsulas que, cuando están maduras, se fisuran liberando las semillas.
La polinización es entomófila, asegurada sobre todo por abejas y avispas. En la flor madura el casco a menudo es perforado por obra de los insectos polinizadores que se abren a la fuerza el camino hacia los nectarios. La planta también se reproduce vegetativamente por división del rizoma. Floración de junio a septiembre.
Varios insectos de alimentan de las hojas del acónito. Entre ellos recordamos varios lepidópteros: Melanchra persicariae (Noctuidae), Ectropis crepuscularia y Eupithecia absinthiata (Geometridae), y el Euproctis similis (Lymantriinae). Además algunos himenópteros (Bombini) se nutren de las flores de diversas especies de acónito.
Distribución y habitat
Especie típica de los relieves de la Europa templada, en Italia está presente en los relieves de las regiones septentrionales, entre los 500 y 2000 m. El hábitat típico es el de los claros húmedos y de los sotobosques. La planta está protegida. La subdivisión de Aconitum variegatum en subespecies es objeto de discusión.
Etimología y toxicidad
Sobre el origen del nombre «aconitum» existen, desde los tiempos antiguos, numerosas versiones. En griego con el nombre «akoniton» (ακονιτον) se indicaba una planta venenosa, probablemente el acónito. La palabra según algunos derivaría de «akontion»(ακοντιον), que significa dardo o jabalina, en relación al empleo que se hacía de la planta para envenenar las flechas. Otros sostienen una derivación de «konè» (κονε), matanza, o bien del nombre de una localidad, Acona, cerca de la cual la planta habría sido abundante y dónde, según el mito, se habría encontrado una de las entradas a los avernos. Se tiene que recordar también que en griego «aconitos» (ακονιτοσ) también significa «sin contraste, sin fatiga» y según algunos esto podría estar en relación con las propiedades anestésicas y sedativas de la planta.
La versión ciertamente más sugestiva y poética es aquella indicada por Ovidio (Las Metamorfosis, libro VII) que narra como la flor del veneno mortal habría nacido de las gotas de la baba del perro infernal de tres cabezas, Cerbero, que Heracles arrastraba, encadenado y babeante de rabia, fuera de los avernos. El nombre “aconitum” según Ovidio derivaría de “akòne” (ακονη), piedra, a causa del hábitat rocoso. En la misma pieza Ovidio nos narra como la hechicera y envenenadora Medea habría intentado matar a Teseo justamente con una bebida a base de acónito.
Ovidio. Las Metamorfosis libro VII: «Y he aquí que, después de haber apaciguado con su valor el Istmo entre los dos mares, Teseo llega, todavía desconocido al padre. Para hacerlo morir, Medea prepara con el acónito, que llevaba consigo de las tierras de Escitia, una poción. Es una hierba, ésta, que se dice nacida de los dientes del perro de Equidna. Hay una cueva cuya entrada es ocultada por la neblina: de aquí, a lo largo de un camino escarpado, Hércules, el héroe de Tirinto, arrastraba afuera, atado con cadenas de acero, a Cerbero, qué se resistía y torcía los ojos no soportando los cegadores rayos del sol: debatiéndose como una furia por la rabia, el monstruo llenó el cielo de un triple ladrido, rociando la hierba de los campos de baba blanquecina. Y se piensa que ésta, coagulándose, encontrase alimento en la fertilidad del suelo y se transformase en una hierba venenosa, que nace lozana entre las rocas, y por eso es llamada acónito por los campesinos.”
Muchos nombres vulgares del acónito hacen también referencia a su toxicidad: El término inglés wolfsbane deriva de “wolf” (lobo) y de “bane”, palabra del inglés antiguo que significa “muerte”, análogamente a uno de los nombres griegos de la planta “lycoctonos” (λυκοκτονος) que quiere decir “asesino de lobos”. En la misma línea están los nombres vulgares ingleses “leopard’s bane” y “women’s bane” (muerte de los leopardos y muerte de las mujeres, respectivamente). También los nombres científicos de otras especies del género Aconitum, como Aconitum vulparia y Aconitum lycoctonum hacen referencia a la toxicidad y al uso para envenenar a animales nocivos. En el dialecto piamontés, el acónito es llamado “ciancia d’osta” (charla de la posadera) quizás en relación a la confusión mental, similar a la ocasionada por el alcohol, causada por lo tóxico.
Otros nombres vulgares se refieren en cambio a la característica forma de yelmo de la flor: además del inglés «monkshood», capucha del monje y al francés «Casque-de-Jupiter», recordamos el nombre danés «yelmo de Troll», el alemán «yelmo de hierro», el noruego «sombrero de Odín».
Propiedades farmacológicas y tóxicas
Aconitum variegatum es uno de los vegetales más tóxicos y esta característica es compartida por la mayor parte de las especies del género. El principio tóxico principal es la aconitina, una neurotoxina que bloquea en condiciones de abertura los canales para el sodio sobre las membranas de las células nerviosas y musculares. Otras toxinas son la mesaconitina y la hipaconitina, parecidos a la aconitina.
Para comprender el mecanismo de acción de los alcaloides del acónito tenemos que señalar a la naturaleza de los impulsos nerviosos. Entre los dos lados de la membrana de las células existe una diferencia de potencial eléctrico, del orden de algunas decenas de milésimo de voltio, debida a una asimétrica distribución de iones. Los impulsos nerviosos consisten en una rápida y transitoria variación del potencial eléctrico de membrana, debida a la transitoria abertura de canales permeables a los iones. En consecuencia del cierre de los canales el potencial vuelve a los valores de salida y la célula nerviosa está lista para producir un nuevo impulso. Los alcaloides del acónito se unen a los canales iónicos de la membrana y los bloquean en posición de abertura, provocando por lo tanto una excitación prolongada e impidiendo luego la producción de nuevos impulsos.
La toxina está contenida en todas las partes de la planta, con la concentración más alta en los rizomas.
Usos médicos
El acónito es usado en la medicina tradicional oriental desde la antigüedad, con las más diversas indicaciones, a menudo manipulado según recetas que deberían reducirle la toxicidad. En la medicina tradicional china el empleo predominante es el de antiinflamatorio y analgésico. Los rizomas eran usados en la medicina Ayurvédica para muchas afecciones, después de haberlos sometido a tratamientos capaces de atenuar la peligrosidad (los tratamientos preveían el empleo de leche y orina de las vacas sagradas).
También la medicina de los Griegos y de los Romanos preveía el uso de diferentes especies de acónito. Para uso externo se aplicaba como ungüento para los dolores de ciática y para reumatismo. Las aplicaciones para uso externo como analgésico, de todos modos peligrosas, están justificadas por el hecho de que la aconitina es absorbida por la piel y actúa directamente sobre los nervios inhibiendo la conducción de los impulsos dolorosos.
En Europa el acónito se cultiva desde hace muchísimo tiempo para uso médico y en el pasado eran importados del Oriente sus extractos. Eran usadas infusiones y tinturas como sedativos y analgésicos sobre todo para la ciática, el dolor de muelas o la gota y su uso ha sido sugerido como sedativo, en el tratamiento de la laringitis, para las palpitaciones del corazón, para la pulmonía, difteria y para el asma.
A causa de la peligrosidad (la dosis terapéutica eficaz está muy cerca de la dosis tóxica), la medicina occidental moderna ha dejado prácticamente de usar esta planta, sustituida por sustancias menos tóxicas y más eficaces.
El acónito ha sito utilizado para el tratamiento de la pulmonía y de la difteria o del asma pero sobre todo como sedante para las palpitaciones del corazón. El suministro en efecto, luego de una transitoria aceleración, reduce la frecuencia del latido cardíaco y la presión arterial. Si las dosis son elevadas se llega al paro cardíaco. Los efectos se deben ya sea a una acción sobre los centros nerviosos que regulan la actividad cardíaca y respiratoria como a una acción directa sobre el músculo cardíaco. Desde el momento que la aconitina inhibe también la actividad de las terminaciones nerviosas sensitivas puede desarrollar actividad analgésica. Por ello se utilizan preparados a base de acónito en la medicina tradicional china.
El uso racional del acónito en medicina comienza en 1736 por parte de Anton Stoerck que propuso utilizarlo para aliviar los dolores reumáticos y neurálgicos. En 1845 Alexander Fleming describió los efectos tóxicos de la aconitina (el alcaloide característico del acónito), que resulta mortal en dosis de 1 a 4 miligramos (en comparación la dosis letal del cianuro es de 150-300 miligramos). En un primer momento excita y luego paraliza los centros nerviosos, la muerte ocurre por parálisis respiratoria o paro cardíaco. Por este motivo ha sido casi abandonado por la medicina moderna, pero en herboristería todavía se usa por su efecto analgésico, sedativo y antineurálgico y es empleado para el tratamiento local de las neuralgias del trigémino. Es usado frecuentemente en homeopatía, sobre todo para el tratamiento de las enfermedades de las enfermedades por enfriamiento con fiebre, de neuralgias y de molestias cardíacas.
Toxicología
La intoxicación por acónito es sumamente grave y potencialmente mortal. El acónito tiene una acción sobre los nervios inicialmente excitante y sucesivamente inhibitoria también por aplicación externa. Se necesita extrema cautela también en la manipulación de partes de la planta. Actúa sobre la circulación, la respiración y el sistema nervioso. Disminuye notablemente el latido cardíaco y en grandes dosis el corazón se detiene en diástole.
Las principales metas de la aconitina son el aparato cardiocirculatorio y el sistema nervioso central y en segundo lugar el tracto gastrointestinal, con manifestaciones que incluyen vómito y diarrea, arritmias ventriculares, convulsiones, colapso cardiocirculatorio, parálisis respiratoria. Los primeros síntomas surgen rápidamente, con insensibilidad y hormigueos de la boca y la lengua, salivación, náuseas y vómito; en las intoxicaciones graves predominan los efectos sobre el corazón, que pueden permanecer por varios días, las convulsiones y alteraciones sensoriales. Aparecen molestias en la regulación de la temperatura corporal. Los centros bulbares pueden ser primero excitados y sucesivamente inhibidos. La acción de la aconitina sobre el corazón es en un primer momento consecuencia de un estímulo del centro cardio-inhibitorio del bulbo y sucesivamente de una acción tóxica directa sobre las células cardíacas.
El ritmo respiratorio disminuye gracias a la acción del acónito sobre los centros encefálicos y la muerte surge a causa de esta acción. Los síntomas de la intoxicación aparecen muy rápidamente, en general dentro de una hora. Con dosis letales la muerte sucede en pocas horas y en algunos casos es casi inmediata. Otros síntomas comprenden sudoración, dificultad resporatoria y confusión. La muerte es provocada en general por parálisis cardíaca o paro respiratorio.
También la simple manipulación de las hojas puede provocar un envenenamiento por vía cutánea, puesto que la aconitina es fácilmente absorbida por la piel. En este caso faltan los síntomas gastrointestinales y las primeras manifestaciones son hormigueos o insensibilidad que, empezando por la zona de contacto, se extienden luego al brazo y al hombro antes que aparezcan los síntomas cardíacos. El empleo de pomadas es sumamente desaconsejado, sobre todo en caso de presencia de abrasiones.
El tratamiento de las intoxicaciones es solamente el sintomático; interviniendo dentro de una hora de la ingestión se puede intentar una descontaminación gastrointestinal mediante el suministro de carbón activo. Desde el momento en que el alcaloide es eliminado rápidamente, si el paciente sobrevive 24 horas el pronóstico es en general bueno.
Historia y Usos mágicos
El acónito era sagrado para Hécate, la diosa de las brujas, de los avernos y de los hechizos, que además lo utilizó para envenenar al padre. En la antigua Grecia el acónito era usado para preparar bocados envenenados para zorros y lobos (de allí el nombre griego «lykotonon» = mata lobos). Muy difundido era el empleo para envenenar puntas de lanza y sobre todo las flechas.
En la mitología también Heracles envenenaba sus infalibles flechas con el acónito (pero también con la sangre o la bilis de la Hidra) y con una flecha envenenada golpeó por error en una rodilla a su maestro, el Centauro Quirón, infligiéndole una herida dolorosa e incurable. Siendo inmortal Quirón sufrió por mucho tiempo, hasta que Júpiter, conmovido por los sufrimientos, le concedió la muerte. Se dice que en la isla griega de Ceos los viejos vueltos un peso para la sociedad eran envenenados con una bebida a base de acónito. Dioscórides en el De materia médica y Teofrasto en Historia plantarum afirmaron que tenía el poder de paralizar a un escorpión.
En la antigua Roma fue limitado su cultivo por el amplio empleo que se hacía como veneno y la “Lex Cornelia de sicariis et veneficis”, ley promulgada por Silla en el 81 a.C. para combatir los delitos y los envenenamientos, hacía explícita referencia al acónito. En los mismos años el Barba Azul de la antigua Roma, Calpurnio Bestia, sospechoso personaje implicado en la conjura de Catilina, lo usó para envenenar a varias de sus esposas. Plinio describe la planta de manera muy detallada en el Naturalis historia y refiere que “los bárbaros cazan las panteras con carnes frotadas con el acónito. Enseguida un dolor toma sus fauces y por ésto algunos llaman ahoga-panteras a este veneno.” Luego curiosamente añade “la fiera se cura con los excrementos del hombre y es tan ávida de éstos…”.
Ibn Wahshiyya alquimista, histórico, agrónomo y egiptólogo árabe del siglo X (logró además descifrar en parte los jeroglíficos egipcios) escribió un libro de los venenos, un verdadero tratado de toxicología, donde trata ampliamente del acónito.
En el pasado estaba difundida la convicción de que un veneno pudiera ser antídoto contra otro veneno (y aún hoy los homeópatas sostienen una teoría similar) y el acónito, veneno muy potente, era considerado antídoto contra el veneno más terrible, el del escorpión (Ben Jonson, 1603, Sejanus). En el Edad Media hasta todo el Renacimiento, el acónito era usado en las recetas de la brujería europea como componente de ungüentos mágicos y los herbarios del pasado lo tratan ampliamente. El acónito era uno de los venenos utilizado en las ordalías: en India los imputados de delitos, invocando Brahma, se sometían a pruebas de suministro de acónito para demostrar la propia inocencia. En el imperio Bizantino estaba muy difundido el empleo del veneno, también para asesinar a los soberanos (una moda entonces muy difundida) y el acónito fue una de las sustancias más usadas.
En tiempos recientes los habitantes de la isla Kodiak cazaban a los leones de mar con flechas envenenadas con acónito, como también los de las Aleutianas y de Kamchatka y los Ainu de Sakhalin y de Japón usaban Aconitum ferox y Aconitum japonicum para leones de mar y osos, luego quitaban la carne alrededor de la herida envenenada. Usos análogos eran difundidos en otros países orientales. Entre los empleos mágicos recordamos el uso del acónito como defensa contra los vampiros y los licántropos y en la consagración de los puñales rituales. La relación con Hécate torna al acónito útil para el acceso al mundo del más allá. Usando un amuleto obtenido envolviendo las semillas de acónito en una piel de lagartija se consigue la invisibilidad y también un collar de piel de serpiente que contiene raíces de acónito vuelve invisibles (la propiedad de una planta de hacer invisible a quien lleva sus partes es compartida por otras especies, como por ejemplo la Estrella alpina (Leontopodium nivale). Una bolsita con flores de acónito puesta en la cama hace volverse más inteligentes. El acónito estaba en la composición de los ungüentos usados por las brujas, junto a belladona, beleño y estramonio, como alucinógeno: bajo el efecto de la poción las brujas soñaban volar y participar en los aquelarres.
Parece que el ungüento fuese aplicado por vía vaginal con un bastón: de ahí la idea de volar a caballo de un bastón o de un mango de escoba. También los hechiceros que provocaban las tempestades se untaban un aceite extraído del acónito para volar sobre las nubes.
En los ritos Tántricos se consumía el acónito como droga psicoactiva que permitía el contacto con Shiva (Shiva era azul, por haber comido acónito, entonces comiendo acónito se entraba en contacto con Shiva). En algunos rituales era fumado, pero el uso (prudentemente) era reservado sólo a los adeptos más expertos.
El empleo del acónito con fines delictivos continúa aún hoy: uno de los casos más famosos ha sido el del “delito al curry” verificado en Inglaterra en el 2009. Una mujer de origen indio ha sido condenada a la cárcel por haber asesinado a su amante con un manjar al curry envenenado con acónito. Numerosos son los casos de intoxicación accidental por ingestión de partes de la planta, confundida por especie comestible o por uso descuidado con fines médicos.
El acónito en la literatura
También la literatura ha resultado atraída por esta espléndida planta y su toxicidad la ha vuelto un símbolo del mal, por ejemplo Virgilio, para enumerar las cualidades de Italia, nos dice que aquí siempre es primavera, las mieses abundan y no hay acónito que pueda engañar a los recolectores de hierbas “nec miseros fallunt aconita legentes” (Geórgicas libro II)
El poeta griego Hédilo, para hablar de la incapacidad de un médico, escribió que era peor que el acónito “el acónito no es nada frente a este veneno de dos patas y las pompas fúnebres deberían recompensarlo por todo el trabajo que les ocasiona”.
Tasso cita el acónito en la creación de las hierbas tóxicas en Los siete días del mundo creado: Nació junto con el trigo la cicuta; con las demás comidas enseguida apareció el eléboro, y el color fue blanco y negro… Luego el acónito…”.
Shakespeare recuerda la toxicidad del acónito en Enrico IV: “la copa única de su sangre, aunque mezclado con el veneno de las calumnias que inevitablemente los tiempos os verterán, nunca se agrietará, por cuanto ello obra con la fuerza del acónito o de la pólvora”.
Lord Arthur, el protagonista de “El delito de Lord Savile” de Óscar Wilde, intenta envenenar con un bombón al acónito a la vieja pariente Lady Clementina (que muere en cambio de muerte natural antes de haber probado el mortal bombón).
Gabriele D’Annunzio, sensible a la belleza de la flor (además conocía bien la tintura de acónito con el que curaba sus terribles dolores de muelas), en Undulna escribe: «Azules son las sombras sobre el mar. Como repartidas flores de acónito. Su tremor hace temblar el infinito a mi mirada atónita”.
En el libreto para Macbeth de Verdi, Francesco Maria Piave asocia dos símbolos del veneno: “tú sapo venenoso que succionas el acónito…” en la preparación de las bebidas infernales de las brujas.
Sinónimo : Aconitum cammarum Jacq.
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