Zeus faber

Familia : Zeidae

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Texto © Giuseppe Mazza

 

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Traducción en español de Ignacio Barrionuevo

 

El Zeus faber vive junto a la costa en las aguas profundas de todos los mares, excluida América © Giuseppe Mazza

El Zeus faber vive junto a la costa en las aguas profundas de todos los mares, excluida América © Giuseppe Mazza

El Gallopedro, también llamado Pez de San Pedro o Gallo (Zeus faber Linnaeus, 1758) pertenece a la clase Actinopterygii, los peces con aletas radiadas, al orden de los Zeiformes y a la familia Zeidae.

El nombre del género nos lleva a Zeus, el padre de los dioses para los griegos clásicos y, según Plinio, era también el nombre con el que los romanos conocían a este pez.

El epíteto específico “faber” = herrero, nace de la apariencia de las aletas, que recordaría a las herramientas de esta profesión.

Los nombres comunes que incluyen “Pedro” derivan de una leyenda según la cual las manchas negras que presenta en los flancos serían las huellas del pulgar y el índice de San Pedro.

En Cafarnaún (Mateo 17:24-27) habían pedido a Jesús dos dracmas para entrar en el templo. Jesús no estaba de acuerdo pero, para no escandalizar a la población dijo a Pedro de lanzar un anzuelo al mar, ya que, en el primer pescado, encontraría una moneda de oro para pagar el tributo. Un pez importante, en definitiva, que siempre ha fascinado a la fantasía del hombre.

Zoogeografía

Su distribución es muy amplia. Además del Mediterráneo, incluyendo el mar Negro, ha colonizado todas las costas del Atlántico oriental, incluidas todas sus islas, desde Sudáfrica hasta Escandinavia, además del océano Índico al completo, incluyendo Australia, y el Pacífico occidental. En la práctica, actualmente, solo falta en el continente americano.

Ecología-Hábitat

El gallopedro vive por lo general aislado, sobre fondos fangosos, entre los 100 y los 200 m de profundidad, pero ha sido encontrado desde os 5 hasta los 400 m.

Especialmente en los jóvenes, la membrana interradial se extiende, de forma atípica, más allá de las espinas © Giuseppe Mazza

Especialmente en los jóvenes, la membrana interradial se extiende, de forma atípica, más allá de las espinas © Giuseppe Mazza

Morfofisiología

Puede alcanzar los 90 cm de longitud y los 8 kg de peso, aunque rara vez supera los 40 cm. El cuerpo es ovalado, comprimido lateralmente, con escamas tan pequeñas que son casi invisibles.

La cabeza, grande y monstruosa con diversos puntos espinosos, muestra una boca oblicua protráctil. La mandíbula inferior es más larga, con una robusta espina en la base a ambos lados. Ambas llevan entre 3 y 5 series de dientes cónicos, más altos en el vómer.

Los primeros 9 u 11 radios de la aleta dorsal son largos y espinosos y, especialmente en los jóvenes, las membranas que los separan se extienden en pirotécnico modo bastante más allá de la punta. En su base se observan también más espinas a ambos lados, y más atrás, finalmente, presenta entre 21 y 25 radios blandos. La aleta anal está formada por dos partes, la primera, prácticamente separada, cuenta con 3 o 4 radios espinosos, mientras que la segunda muestra de 20 a 23 radios inermes… si puede decirse eso visto que en su base, a ambos lados, al igual que en la parte blanda de la dorsal, sólidas placas óseas bifurcadas y espinosas.

También las dos ventrales presentan una espina, seguida de 6 radios blandos, pero en este caso lo que más llama la atención es su longitud. Las aletas pectorales son, por el contrario, minúsculas, y la cola, espatulada, es más o menos convexa. Con todo este espectacular y fantasioso conjunto de aletas, el gallopedro no es precisamente hidrodinámico y, de hecho, nada bastante mal, lentamente, a menudo de manera ondulada o tambaleante, a sacudidas sucesivas.

Sobre el color de fondo, gris violáceo o verdoso con reflejos plateados, se observan bandas oscuras o amarillentas, pero el punto focal, que llama rápidamente la atención, es la mancha oscura, bordeada de claro, en el centro de los flancos.

Etología-Biología reproductiva

Muy voraz, el gallopedro juega la carta mimética y la de la curiosidad que genera con sus formas para engullir a los peces que pasan por su lado.

Es característica la mancha ocelada en los flancos y caza gracias a la boca protráctil, sorprendiendo a las presas © Giuseppe Mazza

Es característica la mancha ocelada en los flancos y caza gracias a la boca protráctil, sorprendiendo a las presas © Giuseppe Mazza

O también puede acercarse lentamente a los bancos, como quien no quiere la cosa, de frente, para parecer más pequeño.

En ambos casos, tan pronto la presa está a tiro, extiende la gran boca protráctil y la engulle en un instante, antes de que pueda darse cuenta.

Sardinas, arenques, incluso sepias, calamares y crustáceos, en su estómago se encuentra de todo. ¡En el de un ejemplar de 32 cm, pescado cerca de costas italianas, había 25 platijas jóvenes (Platichthys flesus) de hasta 7 cm de longitud!

El Zeus faber se reproduce en el Mediterráneo entre noviembre y mayo. Los huevos pelágicos flotan, pero después, durante el desarrollo, que dura alrededor de 2 semanas, se hacen más densos y eclosionan en aguas profundas.

Las formas larvarias forman parte del plancton, y tan pronto los jóvenes tienen fuerza para oponerse a las corrientes pasan a ser bentónico-demersales. Alcanzaran la madurez sexual hacia el cuarto año de vida, entre los 23 y 29 cm en los machos y entre los 29 y 37 cm para las hembras.

Dada su enorme difusión no se trata de una especie en peligro, pero habida cuenta de cuán preciada es su carne y lo que se captura sería preciso limitar su pesca, fijando el tamaño mínimo de malla de las redes en 37 cm, para permitir que todos los ejemplares puedan reproducirse al menos una vez.

El ciclo reproductivo del gallopedro es, de hecho, largo: para duplicar sus poblaciones hacen falta, según la zona, entre 4,5 y 14 años. El índice de vulnerabilidad es bastante alto, de 68 en una escala de 100.

Sinónimos

Zeus australis Richardson, 1845; Zeus japonicus Valenciennes, 1835; Zeus pungio Cuvier, 1829.

 

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